En noruego existe una palabra que explica la sensación que me acompaña cada vez que comienzo algo nuevo:
Dørstokmilla:
La traducción que he encontrado es: la milla del umbral,
pero a mí me gusta más traducirlo como la distancia que
hay hasta llegar a la puerta.
(the doorstep mile, en inglés)
Se refiere a esa primera y difícil distancia que debemos recorrer desde la comodidad de la inercia hasta el inicio de una nueva acción.
La imagen que me viene a la cabeza para explicarlo es esta: es como cuando estás sentada en un sofá con cojines mulliditos y con una manta con la textura perfecta. Tienes a tu lado una estufa que te mantiene calentita, y tu serie confort se reproduce automáticamente un capítulo tras otro. De repente, te acuerdas de que mañana tienes que ir al trabajo y no hay nada preparado para llevarte en el tupper. Peor aún, tienes que bajar al supermercado para comprar algunas cosas que te hacen falta. Sabes que tienes que moverte, pero hay una lucha interna. Una negociación mental. Un “en cinco minutos”, un “solo otro capítulo más”, un “¿de verdad necesito comer todos los días?”. Esa batalla interna es la dørstokmila.
Aparece todo el tiempo en cosas grandes y pequeñas. Cuando queremos empezar a escribir, instalar una nueva rutina o cuando queremos probar algo nuevo. En el proceso creativo, es el paso más complicado, porque no es una distancia física: es emocional, mental, simbólica. Es la diferencia invisible entre el desear y el hacer.
Yo siento esa resistencia todos los días. Mi vida perfecta sería una en la que tuviera todo el tiempo del mundo para sentarme a leer mis libritos y para estar con la gente (y los animales) que quiero. Pero el mundo en el que vivimos me obliga a trabajar para ganarme la vida, entonces tengo que hacer muchas cosas para que este proyecto siga construyéndose.
Y en el mundo de la creatividad el primer paso suele ser el más esquivo. No porque no sepamos qué hacer, sino porque nos cuesta salir del modo contemplativo y entrar en el modo activo. Investigadores como Steven Pressfield lo llaman la resistencia: esa fuerza invisible que aparece justo cuando estamos a punto de hacer algo significativo. Puede venir en forma de duda, de pereza, de perfeccionismo o simplemente de una vocecita interna que dice “mejor mañana”.
El escritor James Clear lo explica así: “La motivación a menudo viene después de empezar, no antes”. Y es cierto. Una vez que te sientas frente al papel o abres la cámara o sacas los pinceles, algo se destraba. Pero para que eso pase, hay que cruzar el umbral. Hay que vencer la inercia.
Algunas estrategias que me ayudan a cruzar la puerta
Como tiendo mucho a la dispersión y a crear agujeros temporales del caos, tengo mis trucos para que me sea más fácil superar la resistencia de los comienzos. Lo que hago es ir dejando pequeñas pistas para mi yo del futuro. Por ejemplo:
Cuando escribo acá, en Substack, abro un borrador, le pongo un título provisional (aunque sea horrible) y dejo dos o tres ideas sueltas. Así, cuando vuelvo, no empiezo de cero.
Para los cursos, me dejo post-its muy visibles con ideas para guiones de videos, ejercicios o temas. Así me los voy cruzando en el día a día y me reactivan la memoria.
Tengo un espacio donde hago journaling y dejo todo medio desperdigado pero listo para usar. No quiero tener que montar y desmontar cada vez: puede parecer una tontería, pero en el ritmo diario me ahorra bastante energía.
Cuando me atasco, busco inspiración: veo documentales, hago un curso corto, leo algo. Casi siempre una idea me lleva a otra y me saca del estancamiento.
Estas pequeñas acciones bajan el nivel de dificultad del inicio. Hacen que esa milla no parezca tan larga. Son como migas de pan que dejo para no perderme cuando vuelva.
La mala noticia es que esta resistencia no desaparece. La buena: con el tiempo una se vuelve amiga de esa sensación. Ya no asusta tanto. Se vuelve parte del ritual creativo. Esa incomodidad inicial se convierte en la señal de que algo nuevo está por comenzar.
Y sí, sigue dando pereza a veces. Pero también da emoción.
Porque cruzar el umbral —aunque sea solo hasta el supermercado o hasta el primer párrafo de una historia— construye pequeñas victorias cotidianas. Y con ellas, vamos alimentando nuestra confianza y nuestra creatividad.
¿Cuál fue la última vez que venciste tu dørstokmila?
Te leo en los comentarios (y si quieres, también me puedes compartir tu mejor excusa para no moverte del sillón 😅).
Mi mejor excusa para no moverme del sillón es un gato durmiendo en mi regazo
Ja ja ja me ha encantado leerte Ori. Cuantas veces me veo en esa situación. Me encantan tus consejos, yo también trato de hacerlos para motivarme.
Estoy totalmente de acuerdo, la mejor excusa es tener a mis gatos encima … es que por no desperezarlos a ellos también 😀. Gracias por compartir cositas tan bonitas.