El modo supervivencia es un estado anímico que se activa ante sucesos traumáticos o situaciones que conllevan un estrés muy alto y prolongado.
Esta es la definición de manual.
En mi cuerpo, el modo supervivencia se ha sentido como si tuviera que cerrar muchas compuertas para dejar solo un par en funcionamiento.
Si habitas un espacio que no es seguro por un largo tiempo, hay algo rígido que se apodera de tu cotidianidad, la energía se vuelve espesa, gris, como si la gravedad se hubiera descompensado y ejerciera un peso más fuerte sobre el cuerpo. Puede ser por la enfermedad de un ser querido, un ambiente de trabajo que te resulta violento o precario, un dolor muy fuerte generado por cualquier otro motivo o la máquina del sistema económico en el que vivimos golpeando sin parar. El resultado siempre es el mismo, los días se llenan de procesos rutinarios en los que solo tienen espacio cosas básicas. Levantarse de la cama, trabajar, comer, sacar a pasear el perro. En repetición una y otra vez.
Al principio (como siempre) me peleé con mi realidad. Mi nivel de energía solo me permitía hacer muy pocas cosas y me sentía culpable, triste y cansada. Con el pasar de los meses fui entendiendo que la vida es como es, no como uno quiere que sea y acepté (algunos días más y otros menos) que cuando muchas cosas difíciles pasan al mismo tiempo, no se tiene energía para nada más que para transitar el paso de los días.
Todavía tengo muchas preguntas sobre cómo el dinero condiciona la manera en la que tomamos decisiones cuando sentimos que nuestra psiquis no puede más, no estoy escribiendo desde un lugar de aprendizaje y de tener las cosas resueltas. Te escribo desde un territorio revuelto que por ahora se ha calmado un poco y me pregunto si quizás alguna vez te has sentido así.
Hablar de temas que me atraviesan y que a otras personas también les interpelen, es el objetivo de este espacio.
Ahora me siento mucho mejor. El comienzo del año se ha llevado parte de la neblina que el duelo trae consigo y gracias a mucha ayuda he podido tomar algunas decisiones que me han dado un poco de libertad. Porque la realidad es que no se puede habitar espacios de lentitud y cuidado sin las condiciones materiales (económicas y afectivas) que los sostienen. Como escribió el poeta Bei Dao: la libertad es la distancia que existe entre el cazador y su presa. (Siendo el cazador el capitalismo y las presas nosotras intentando pagar facturas, ir al súper y que nos quede algún dinero después de estas dos cosas)
De manera instintiva, como quien recupera la memoria después de un periodo de amnesia, he vuelto a escribir. Poco a poco, habito espacios donde puedo compartir la fotografía como una manera de mirar la vida haciendo preguntas y no buscando respuestas. Siento que algo ha cambiado internamente, que se han movido de lugar algunos mecanismos y me produce curiosidad conocer un poco más a la persona en la que me estoy convirtiendo cada día.
Así que escribo en un papel: estoy en proceso de rehabilitación y lo pego en la puerta de mi despacho. Como los niños de las películas gringas que ponen: no molestar.
Mi mundo interno necesita diferentes lenguajes para poder transitar y transformar las vivencias, por eso, hoy más que nunca, creo que el arte me ayuda a entender las cosas que no son literales, sino que toman formas abstractas y fragmentadas.
Comienza mi año de rehabilitación creativa. Y contaré parte del proceso por aquí.
Nos vemos la semana que viene.
Un abrazo fuerte
Ori
Ay!, Cuántos lugares comunes , qué bien te entiendo.
Siempre es caricia sentirse de alguna manera acompañada en los procesos y todo lo que describes me acompaña -y mucho-.
Gracias por ponerlo en palabras.
Ahora mismo estoy leyendo " El cuerpo lleva la cuenta" de Bessel Van Der Kolk y está siendo una brújula poderosa en este camino.
Un abrazo grande